El comienzo de mi camino como juniora Carmelita Misionera tiene sorpresas ante las que necesito tener el corazón abierto para aceptar y aprender lo nuevo. Una vida llena de desafíos mientras afronto un nuevo horizonte y dirección en la vida, con fe, confianza en Dios y con la alegría de celebrar cada momento en que he ganado la batalla a la autosuficiencia y ha triunfado la voluntad de Dios por encima de la mía.
Cuando llegué a España para prepararme para la profesión perpetua me sentí emocionada, feliz y bendecida por la oportunidad que la Congregación me daba, pero dentro de mi corazón también tenía algunas inhibiciones, miedos y preguntas: ¿qué pasaría si….? Pero simplemente respiré y me dije: puede que sea una extraña en este lugar pero no estoy sola. Estoy con mi familia, las Carmelitas Misioneras y Dios estará siempre conmigo.
Fui enviada a la comunidad “Santa Teresa” en Malagón, junto con las hermanas Úrsula Sonata Ayu (juniora de Indonesia) y Okeh Florence Nnenna (juniora de Nigeria), allí nos integramos a la vida y misión de las hermanas y también estudiamos la lengua española. Fue una bendición y un gran reto para mí ya que la comunidad está cuidando y asistiendo a los ancianos Malagoneros en la residencia de San Clemente.







La primera impresión en mi mente y corazón cuando llegué a Malagón fue de tranquilidad y silencio. Al entrar también en la residencia de ancianos, sentí mucha compasión por ellos, y deseaba ayudarlos; pero también me sentí impotente, ya que no podía entender completamente su idioma, además tuve resistencia ya que pensaba que los podía contaminar si tenía el coronavirus. Pero con el paso de los días, me encontré disfrutando de la compañía de las hermanas, los ancianos y el personal de la residencia. Aunque sabía pocas palabras en español, traté de hablar, les hice bromas y me reí con ellos. Simplemente me encantó la misión que están haciendo nuestras hermanas en Malagón.
Para resumir mi experiencia en Malagón quiero compartir en tres puntos lo que aprendí:
1º “LA VIDA ES CORTA. DA SIEMPRE LO QUE ES JUSTO PARA LOS DEMÁS”. Rodeada de ancianos enfermos y frágiles durante más de tres meses en Malagón, conocí y atendí a cinco de ellos que fallecieron durante ese tiempo. Sentí el dolor por su pérdida, pero también agradezco a Dios que murieron cuidados con amor, consolados en su sufrimiento y yo fui partícipe de ello.
2º “YO PERTENEZCO”. La pertenencia es muy importante para contrarrestar mis inhibiciones y resistencias de entrega sobre todo en el compartir mis dones para el bien común.
3º “ESCUCHAR PROFUNDAMENTE”. Esto lo experimenté con mis hermanas de comunidad y con los ancianos, ya que allí necesitaba escuchar su voz, aprender a distinguir los sonidos, su presencia, leer sus gestos y lenguaje no verbal. En mi camino vocacional Dios no siempre está visible, muchas veces necesito escuchar más adentro para tener un encuentro más profundo con Él, y para que a la luz de la fe pueda dar esperanza a quien está pasando por dificultades.
Hoy puedo expresar que estoy aprendiendo a ser abierta y flexible ante cualquier circunstancia que pueda surgir en mi camino, creo que sucederán milagros. En Malagón experimenté el significado más profundo de mi llamado como Carmelita Misionera y el deseo de profundizar mi relación con Dios. Solo sus caminos dan significado real y alegría a mi vida. A medida que sigo abrazando esta vida, espero y oro para que el resto de mis días den gloria al nombre de Dios y mi existencia también se convierta en un regalo para la Congregación y para la Iglesia.
Hna. Norina Abequibel Jumawan, cm
Juniora Filipina





