Virgen del Carmen, llevamos tu santo Escapulario, signo de nuestra consagración a tu Corazón Inmaculado. Nos exige una entrega sin reservas a tu persona, una dedicación generosa a tu servicio, fidelidad inquebrantable a tu amor y una solícita imitación de tus virtudes. Queremos vivir conforme al ideal carmelitano, en ti por ti, contigo y para ti.

Nuestra consagración se une a la de toda la familia carmelitana y acrecienta así su valor y su eficacia. Santa María, Abogada y Mediadora de los hombres, extiende tu escapulario, como manto de protección sobre la Iglesia y el mundo, sobre hombres y mujeres, jóvenes y niños, ancianos y enfermos, huérfanos y afligidos, marginados y abandonados.

Protege a los que son vulnerados en sus derechos, a los pecadores; los perseguidos y los hambrientos, a las víctimas de esta pandemia que asola a la humanidad. Que desaparezcan los odios, las guerras, los rencores, que se sanen las heridas y avancemos en una sociedad más justa y humana.

En tu corazón de madre colocamos a los que luchan por la paz y la justicia, a los comprometidos con el avance y la renovación de las sociedades, los que buscan la comunión y fraternidad universal, los que acompañan, consuelan, apoyan y trabajan por el bienestar de la humanidad.

Madre y Reina del Carmelo, Nos presentamos ante ti para que nos bendigas y protejas; contigo queremos recorrer los caminos del Evangelio para ser portadores de la Buena Nueva y sembradores de esperanza. Así sea.

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