Mi nombre es Maykel Sánchez Castro, soy Administrador de Empresas de profesión secular, casado, padre de 4 hijos, converso a la Fe Católica desde el año 2013 y soy Carmelita Misionero Seglar en Costa Rica.
Durante mi infancia y juventud siempre participé en Iglesias Protestantes gracias a la influencia de mi abuelita paterna y hubo un momento en mi vida en que abandoné los caminos de Dios, pero Él nunca me abandonó.
El año 2013 fue un año crucial en mi vida por 3 eventos independientes que al final se entrelazan y detonaron un cambio:
- El primero fue que matriculamos a mi hija menor en materno en el Centro Educativo El Carmelo, lo cual fue contra mi voluntad, yo no quería que la metieran a un lugar de monjas.
- El segundo evento fue un mes después, me matriculé en un curso de Apologética en la Iglesia de la Soledad, el que lo impartía había sido protestante como yo.
- El tercero fue 3 meses después, mi hermano menor sufrió un intento de homicidio, fue baleado y estuvo 76 días en el Hospital, gracias a Dios y después de 2 intervenciones quirúrgicas y mucho cuidado logró salir adelante, claro también hubo una intervención divina que más adelante detallaré.
Estos 3 eventos llegaron a mi vida muy cerca uno del otro y cada uno de ellos generó un impulso más y más fuerte al reencuentro con Dios.
Desde que puse un pie en el Centro Educativo El Carmelo, sentí que había llegado a casa, encontré paz en medio de un mundo que corre sin un objetivo claro, y yo ya estaba cansado de tanto correr, la cercanía y calidez de las hermanas me impactaron así como la profundidad que encontraba en sus palabras cuando conversaba con ellas, la primera reunión de padres de familia también fue impresionante para mi al escuchar varios testimonios de papás que habían encontrado algo diferente en este centro educativo, fue la primera vez que pensé en volver a Dios, pero tenía que asegurarme (según yo) de que lo haría bien.
Una sobrina de mi esposa nos invitó a un curso de apologética, al cual fui para demostrar según yo, que tan desubicados estaban los católicos, convencer católicos de abandonar su fe para irse a una Iglesia protestante utilizando la Biblia era algo sencillo para mi, normalmente nunca me podían responder, y esto a pesar de haberme alejado y de mi reciente simpatía con las monjitas. Pero oh sorpresa… el que impartía las charlas había sido protestante y de pronto los versículos que yo utilizaba para sacar católicos se volvían en mi contra al leerlos en todo su contexto, además de esto empecé por mi cuenta a leer y buscar información y comencé a encontrar la fe en la historia y llegué a los Padres de la Iglesia.
Ya para la tercera lección yo me estaba hincando y persignando, comencé a asistir a misas entresemana y a profundizar en la doctrina de la Iglesia con un catecismo.
Cuando sucedió el tercer evento, la situación de mi hermano, fue una gran tragedia familiar, como ya iba a misa le comenté a uno de los sacerdotes, quién me dio una medalla de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa para que se la llevara a mi hermano y la dejara en su cama, inexplicablemente desde que llevé la medalla, mi hermano empezó a depender menos de las máquinas de oxígeno a las que estaba conectado, hasta que en pocos días ya pudo respirar por el mismo. Con pensamiento aún medio protestante accedí a llevar la imagen con muchas reservas, pues tenía miedo de que Dios se enojara por “quitarle mérito”, sin embargo hice la promesa de que si mi hermano se salvaba yo me acercaría mucho más a la Iglesia… y ya ven.
Cumplí mi palabra y empecé a buscar la forma de servir en la Iglesia, empezando como Catequista de Bautismo, con el tiempo me fui enamorando de la institución como tal, de la belleza de sus signos y lo que representaba, de su bondad que al final se expresaba en las personas que asistían, me encantó su historia, aciertos y fallos….
Mientras tanto mi hija cursaba sus estudios en el Carmelo me uní a la Pastoral Familiar que existía en ese momento en la institución, ahí en compañía de las Hermanas empecé a conocer al Padre Francisco Palau, que sorpresa darme cuenta que al igual que yo, el Padre descubrió a la Iglesia, ese cuerpo de Cristo que se refleja en el prójimo, le fue revelado “igual que a mi”, en ese momento hicimos “clic”.
En el año 2017 me di cuenta por páginas de internet del Carmelo Misionero Seglar, llamé a un teléfono de Costa Rica y me respondió la Hermana Francisca, quien estaba ubicada nada más y nada menos que en el Centro Educativo El Carmelo, tanta búsqueda para llegar al lugar donde iba a dejar a mi hija todos los días, me remitieron a Laura Garita y ahí comenzó esta relación de aprender, escuchar, oración contemplativa y meditar.
Con las hermanas Carmelitas fui a un centro de ayuda de personas en condición de calle en ese mismo año y desde entonces sirvo en ese lugar todos los Martes, buscando la cena para personas en esa situación y compartiendo con ellos sobre diferentes temas.
En el año 2019 hice mi compromiso y he tenido la dicha de compartir y conocer a varias hermanas en diferentes países a través de las plataformas tecnológicas.
El Carmelo ha sido para mi una bendición, ha confirmado y fortalecido mi camino de fe, me ha dado “herramientas” para mi vida espiritual ( la cueva, los Santos, Santa Teresa de Avila, Santa Teresita del niño Jesús, Juan de la Cruz y los escritos del Padre Palau ), lo cual me ha servido para salir de mi mismo y hacer cosas que no me gustan pero que he entendido que son correctas y que son la voluntad de Dios, ver a Cristo en otros y entender que lo poco bueno que hay en mi es porque viene de Dios, Él me lo ha dado con un propósito, me ha regalado más hermanos, personas que como yo luchan por ser mejores seres humanos por compartir con otros todo lo que Cristo ha hecho en nuestras vidas.
Caminamos sabiendo que estamos en un proceso, tratando de imitar el ejemplo de tantos grandes hombres, especialmente como el Padre Francisco Palau y poder decir “Iré donde la gloria de Dios me llame”.