Hoy nos llega el testimonio de una joven, que vive en el centro de Buenos Aires y querido vivir el Triduo Pascual en Villasoldati, barrio de Buenos Aires, donde se vive el evangelio encarnado. Desde la Parroquia Virgen Inmaculada, se llega a todas las familias que viven en situación de vulnerabilidad y donde las obras de misericordia se ejerce cada día del año. Ella nos cuenta su experiencia……

Cuando me invitaron a vivir la Pascua en Soldati, tengo que reconocer que lo dudé. Acostumbrada a que mi Semana Santa tuviera el foco en compartir con el grupo de jóvenes al que pertenezco, viviendolo desde la solemnidad de estas ceremonias, me encontré contagiada de la alegría de saber que Cristo está vivo. Y en Semana Santa, Cristo está aún más vivo.

El Jueves Santo, el lavado de pies nos recordó que ante Él, somos todos iguales. Que no hay dolor que Él no cure. Que no hay pecado que no perdone. Que no hay distancia que no acorte. Que no hay angustia que no consuele. Toda una comunidad se reúne en torno a la mesa del altar, unida a Jesús que se despide de sus amigos y nos da un mandamiento nuevo: que nos amemos los unos a los otros, como Él nos ha amado. Y es que en su casa, en su parroquia, hay lugar para absolutamente todos, incluso para la Negra y el Chocolate, que se robaron mi corazón desde que los vi.

El Viernes Santo da paso al dolor de Su muerte. Pero la villa no permite que el dolor se instale, sino que abre sus calles y pasillos para rememorar el camino de Jesús hacia su muerte en cruz. El camino por las siete Iglesias y el Via Crucis me ayudaron a rezar por los crucificados del siglo XXI. Mucho de ellos, incluso, caminaron a mi lado, me brindaron una sonrisa o un abrazo. Y si bien es ahí, en lo profundo de Soldati, donde se vive el verdadero dolor, el de la injusticia y la indiferencia, me conmovió la esperanza de la gente, la fe de los que esperan confiados en el que va a resucitar, de los que se unen al grito de: “¡Ni un pibe menos por la droga!”.

Pasión

Finalmente, el Sábado Santo dio paso a la nueva vida. Luz del mundo, que alumbra entre las tinieblas, que ilumina en la oscuridad, que acompaña este nuevo inicio. Agua que renueva, que limpia y bendice. Una oportunidad para morir al pecado y renacer al amor. Para re-confirmar nuestro credo a través de las promesas bautismales. Y qué gran emoción fue recibir a Cristo hecho pan, amasado por manos resucitadas del Hogar. Cuanta alegría en la batucada de la medianoche. Una verdadera fiesta. La fiesta del Reino, que comienza en la Tierra, del que viene a traernos Vida en abundancia.

En resumen, Soldati me recibió con los brazos abiertos y renovó mi enamoramiento con Jesús.
Gracias Hna Cata por la oportunidad de vivir esta Semana Santa en Soldati.
Gracias Mirta por abrirnos las puertas de tu casa; por cuidarnos y mimarnos.
Gracias Adrián y Mingo por recibirnos y ser ejemplo de la entrega por al prójimo.
Gracias Adrián, Facu y Martín por acompañarnos y hacernos sentir uno más; por las charlas y los mates; por compartirnos Soldati; por sus testimonios. Rezamos por sus vocaciones.
Gracias a cada uno de los vecinos, a los jóvenes del movimiento y a los chicos del Hogar de Cristo. A cada uno que se acerco a saludarnos, que nos abrió la puerta de su casa o que se brindó a compartir con nosotros.
Y más importante, gracias Dios por esta gran familia que es tu Iglesia.

Que Jesús guíe sus caminos y María los proteja bajo su manto.
¡Hasta la próxima!

Nazarena Romero Gentile

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