FRANCISCO PALAU,  FUNDADOR VI

El convento de Sta. Cruz de Vallcarca lo construyó Gabriel Brunet. Experto albañil. A lo largo del año 61 debió quedar concluido. Casa matriz para la congregación: El sueño del Fundador. Se levantó el edificio a escasa distancia de la vivienda de las Hermanas. Unos y otras cercanos al padre. Al maestro. La presencia de Francisco les reportaba seguridad ¡Claro!

Construida la capilla se convirtió en centro religioso de la barriada. Gracias a ellos los vecinos declararon, la renovación espiritual del entorno. Deseo y propósito de la comunidad. Acierto querido y elaborado con interés. Sta. Cruz, residencia del Padre Palau, cuando le dejaban libre las ocupaciones ministeriales. ¡Evidente!

Las importantes batallas contra el mal -declaraba Francisco- se daban en las grandes ciudades. Las suyas contaron con esta escenografía: Horta. A S. Honorato e Ibiza los consideraba desiertos. En ellos podrían vivir tiempos fuertes de soledad. De encuentro con Dios. En el reposo y la calma, sí.  Barcelona es otra cosa: campo de batalla, ¡Así lo sostenía él!

Palau nos describe la vivienda: Una sala, seis celdas, una iglesia con su coro y tres altares. Y puntualizaba: Yo vivo en la cueva contigua a la ermita. Las cosas por aquí se presentan con buen aspecto -agregaba-. Cuatro años después de su inicio, la comunidad se convirtió en centro de actuación. A favor de los excluidos. ¡Sueño y calvario de Palau!

A partir del año 65 el proyecto tropezó con graves obstáculos. Provenientes, sobre todo, de su actuación como exorcista. De otros intereses privados, también: el complejo dels Penitents, en sí. ¡Nada extraño! Pues el lugar era muy atrayente ¡Con lo cual la fundación sufrió un delicado percance!

Más tarde, ocurrieron las detenciones de los habitantes del hospital. -A finales de 1870-. Motivo por el cual le resultó difícil mantener aquel lugar como había diseñado: foco irradiador de su obra fundacional. ¡¡Lástima!!

Siempre fueron, los terrenos de Horta, causa de contradicción y sufrimiento.  Primero para el Padre Palau. Luego, para sus hijas. Para uno y otras, lugar privilegiado, siempre.

Por otro lado, la nueva ley de instrucción pública -año 57- abrió una etapa decisiva en la enseñanza de la nación. En ella se establecía obtener el título de magisterio. Nueva medida a favor del país. Abandonado en el sector de la enseñanza. ¡Como en otros! Palau estudió las nuevas leyes. ¿Su meta?, la creación de escuelas católicas. Hacia ellas orientó sus fundaciones femeninas. ¡Este hombre, siempre se hallaba apostado en las fronteras!

El grupo del arrabal de Sta. Catalina -Palma de Mallorca-, fue la primera fundación de Hermanos, abierta a la enseñanza religiosa. En el nivel de primaria. Cuatro de ellos tomaron este rumbo -año 65-. Para lo cual se desglosó la comunidad de S. Honorato. Francisco Palau vio en esta nueva propuesta la solución práctica a sus profundos anhelos. A lo que por entonces buscaba: la conjugación de vida contemplativa y apostólica. Algunos hermanos se hallaban provistos del título de magisterio. Otros lo gestionaban. El Fundador los estimulaba a ello. ¡Un aplauso para todos los implicados! Será ésta una de las comunidades más florecientes.

Siguió la pauta de la anterior la del Vendrell -Tarragona-. Promotor de esta comunidad, parece, fue Ildefonso Gatell. Antiguo compañero de Palau en la Escuela de la Virtud. Director de la “Revista Católica”, más tarde. Amigo personal del Fundador, siempre. Contó con la oposición de las autoridades locales. En el 69 ya había Hermanos en ella, provistos con el título de magisterio. El proceso de incardinación se aceleró. Producido por la fundación de las Hermanas. El mismo año, sí. ¡Ellas, siempre, en la avanzadilla! Ésta fue una de las comunidades mejor perfiladas de la rama masculina.

Nueva fundación, en Mahón -Menorca-. En el establecimiento de huérfanos. La ofreció un grupo masculino de Barcelona a la comunidad de Palma.  Desconocemos el resto de datos, referentes a ella.

La de Aitona resultó el broche de las fundaciones masculinas, realizada en vida de Francisco Palau. Quien quería ofrecer a su pueblo un magnífico obsequio:  incrementar la cultura. Con las fundaciones, la intensificó. ¡Claro! ¡Un excelente para este hombre! A los hermnos los precedió un grupo de hermanas. Ellas -de nuevo- roturando caminos. Su cometido: educación de la infancia. Palau, incansable para detectar las necesidades fundamentales del entorno. Para estimular lo bueno ya existente. Para prolongar, después de él, este relevante servicio eclesial y social.

 

 

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