Ya entonces, Palau tenía clarificada la identidad de su obra. Había contado con incomprensiones y rupturas. Por todo pasó, con tal de salvar lo que juzgaba esencial. En esta situación concreta, la doble vertiente de su fórmula espiritual: contemplación y servicio apostólico. Ambas dimensiones fundidas.

Juana apartada, transitoriamente, de la colaboración, pronto, se integró, de modo definitivo. Hasta asumir, sin reservas, el espíritu y dirección de Francisco. Se incorporó a las comunidades del Alto Aragón y volvió a ser su brazo derecho. ¡Como tenía que ser! ¡Lo celebramos! Se habían realizado o estaban en marcha nuevas fundaciones. ¿Qué más?

Pues sí, previo a la descripción de las mismas, mencionó su nombramiento como encargado de los terciarios carmelitas. Al ser designado director de los mismos, su obra fundacional, entró por cauces legales. -Enero 1867-. Procedía, la resolución, del procurador general de Roma. Como consecuencia, se le concedieron patentes para recibir los votos de sus seguidores. Y las Hermanas/os comenzaron a profesar. Con lo cual la organización y unificación de las diferentes comunidades se consolidaba. Hasta este momento sus dirigidas/os no pudieron, oficialmente, considerarse religiosas/sos. Y sus votos no superaron el carácter privado e individual. Sin embargo, su vida comunitaria respondía al estado que abrazaron. Y como derivación, al espíritu de la reforma teresiana.

Desempeñó, Palau, con la mayor responsabilidad, esta significativa encomienda. Reconocida y confiada por la orden. ¡Nada menos!.

Recorremos, a continuación, las nuevas fundaciones.

* La de Graus la solicitó el ayuntamiento y el párroco, -1866-. Palau descubrió que se le abría una puerta para la ejecución de su proyecto. Pues tanto el país como las autoridades están en las más bellas disposiciones-anota-. Con el apoyo del párroco, las Hnas. se ocuparon del hospital municipal. Luego, fue nombrado coadjutor de Graus el sacerdote Miguel Perales. Ejerció, a la vez, como administrador de dicho hospital y capellán de la comunidad.

Al mismo tiempo Juana Gratias, intentaba establecer escuelas dominicales en Salas Altas -junio 1867-.

A la atención de enfermos, las seguidoras de Francisco habían añadido la enseñanza infantil. Y D. Miguel comenzó a inmiscuirse en la vida de la comunidad. Olvidaba la autoridad del fundador. Quien, desde el calabozo de Barcelona, trataba de encauzar la situación. Lo veo muy enredado -sostenía-. ¡Irrespetuoso e imprudente, el capellán ¿Me equivoco?. En el retiro del Vedrá, -marzo del 71, el último en su vida- Francisco escribió a la comunidad. En su misiva, trazaba y acentuaba el camino a seguir. El problema se solucionó, finalmente. Con la intervención de T. Jornet y J. Gratias. Una y otra, visitadoras de las escuelas y orden doméstico.

*Nueva propuesta fundacional. En Estadilla. Una dama, conectada a personas influyentes de Graus, la ofreció. -Primavera de 1869-. Francisco pedía se tuvieran en cuenta condiciones y compromisos. Ella aceptó. Juana G. fue enviada a esta comunidad. Luego, el grupito se ocuparía del hospital de la villa. Quedaban abiertas a las necesidades docentes de la niñez. Bien sabían que para ellas ésta era, también, una misión prioritaria. -Poco después de fallecido Palau, la comunidad de Estadilla se disolvió-.

*Tutelaron, las Hnas, un colegio en Aitona. -Ya registrado-. El centro se erigió en una casa, propiedad de la familia Palau. Tal establecimiento, en su villa natal, resultó objetivo preferente para Francisco. Cuyo periplo  fundacional seguía en creciente. No quería que su carisma desapareciera con él. Anhelaba pasar el relevo a sus hijas. Sus mejores depositarias. Ellas enriquecerían a la Iglesia con este don. Ellas, depositarias de esta excelente vocación servirían, con el mayor esmero, a la humanidad. Lo uno y lo otro, el sueño de Francisco. 

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