FRANCISCO PALAU FUNDADOR
VIII
Mientras el Fundador recorría la península, como predicador de la palabra de Dios, Juana Gratias templaba su espíritu en la soledad de Es Cubells. La correspondencia entre ellos era frecuente y extensa -1860-.
Luego, no se conocen misivas durante meses. En el intervalo han sucedido cosas importantes. Los acontecimientos externos han sido irrelevantes. Las modificaciones interiores, trascendentales. Se produjo la profunda metamorfosis espiritual de Francisco. -Ya registrada-. En Ciudadela, donde Juana se encontraba entonces.
Evidencia, la correspondencia anterior, la búsqueda palautiana de caminos y medios. Para sus dirigidas, ¡Claro!: Por lo que toca a nuestra vocación, como estamos dispuestos a secundar los designios de Dios, no nos dejará sin luz ni dirección –refiere a Juana Gratias, 1860-.
Al transcendental acontecimiento que es la revelación del misterio eclesial, siguió otro decisivo: el encuentro entre ambos en Ibiza. Encuentro breve pero denso. En decisiones y consecuencias. Ha llegado la hora de reanudar el hilo roto en Lérida y Aitona. Anudará los cabos, Juana Gratias. Otra vez, sí. ¡A Dios gracias! Protagonista de ese hilo enhebrado en Livrón. En Ciudadela se gesta la paternidad espiritual del fundador. Y en Ciudadela nace su descendencia más preciada y fecunda: sus hijas -febrero-marzo 1861-. La cual logra estabilizarse poco después. -1863-. Aunque no será la panacea.
Allí, se coloca la nueva piedra del edificio fundacional. Nuevo, porque es de sana planta. Y no es que el solar le parezca ideal a Francisco. Sin embargo, había que comenzar sin tardanza. Así lo constataba él.
El P. Palau habla mucho de provisionalidad. Por ella entendemos, no el lugar material. Sí las limitaciones impuestas por las circunstancias: Hemos de entrar por la puerta que Dios abra, sea donde quiera –indica, a su confidente- Y a mí me parece que has de aprovechar esta ocasión oportuna -de Ciudadela– para establecer vuestro género de vida –Marzo 61. Contaba con ella como fiel compañera de camino. ¿Verdad?
Juana ansiaba retiro, contemplación, soledad. Hay que aprovechar la ocasión del obispo a favor. De la casa incómoda. Pero simplemente como puerta por donde entrar. Para él no hay duda posible: se trata del primer eslabón de la cadena: En el caso de que se haga otra fundación, como yo creo que conviene, necesitarías una persona que te reemplazara en ésa. Palau atisbaba en lontananza.
Propuso se guardaran las reglas de Lérida y Aitona. Pero sólo de momento: Ya veremos de hacer una fundación que sea de nuestro gusto. El gusto no fue concorde. El de Juana se satisfacía con la vida estrictamente contemplativa. El proyecto del P. Palau resultaba mucho más ambicioso. Poco a poco irá abriendo la obra a la acción apostólica. Pese a la resistencia de Juana.
No nos extraña. Ella seguía tras la experiencia espiritual y la talla humana del Fundador. Iba detrás. No al unísono. Lo cual queda muy claro en esta situación concreta.
Pronto, se convenció Palau. En aquel momento Juana no podía colaborar: Hija mía, yo no puedo marchar por otro camino sino por el que está ya abierto por la providencia. Las escuelas están ya autorizadas por ambos gobiernos y cuentan con medios de subsistencia para mantenerse, así mismas y a su personal y con la protección de leyes y autoridades. Yo no puedo correr por otra vía. Y por ésta que he entrado tengo la seguridad de conduciros a donde intento…. Tú por ahora no puedes servirme….Servirás después, si perseveras, como lo espero. Yo pido con instancia a Dios que te de esa perseverancia, ¡Duro golpe para esta mujer! Fiel donde las haya. -Noviembre 1862-.
Luego, Juana se lanzó al apostolado: el deseo de Francisco. Y lo que aconsejaban las circunstancias. Con los problemas producidos en esta comunidad, Palau temía el naufragio de la misma. Anhelaba que se desvinculase de la autoridad episcopal. Motivo por el cual pronto se vio obligado a deshacerse de este grupo -Ya en 1864-. Pues no contaban con la necesaria libertad.
Se hallaba encaminada, la orientación apostólica de la familia. No sólo ni principalmente por la experiencia eclesial de Palau. Sino por las disposiciones del gobierno español. Sobre las comunidades religiosas, sí. Y Francisco, con más conocimiento de ello que Juana, permanecía sumamente atento al proceso. Hombre lúcido. Centinela del momento histórico.
La presente reflexión nos ofrece una instantánea. La foto–robot del P. Palau: hombre lleno de espíritu y, tal vez, por ello, ciudadano ejemplar. ¡Claro que sí!