Aunque inmerso en la vida solitaria, Palau no minusvaloró nunca el apostolado. De hecho, las gentes del entorno se acercaban a él. Lo reconocían guía experto en los caminos del espíritu. ¡Casi nada!. Su ascendiente crecía día a día. Llegó a ser verdaderamente notable. Hasta suscitar recelos y cierta celotipia en los clérigos del entorno.
Tanto las autoridades religiosas como civiles no veían con buenos ojos aquella extraña combinación: vida sacerdotal y austera vida solitaria. Pensaban que aquella pobreza de indumentaria y alberge resultaban indecorosos para un sacerdote. Razón por la cual escribe el opúsculo: La vida solitaria…
El documento es apología de la propia conducta y de la vida solitaria, al servicio de Cristo y de la Iglesia. Sí, él ha abrazado este modo de vida por doble motivo: la fidelidad a su vocación religiosa y el deseo ferviente de defender a la Iglesia. Y lo hacía con las armas más eficaces: oración y penitencia. Retiro y apostolado se armonizan maravillosamente -sostiene Palau-. Tal es la tesis fundamental del opúsculo.
Tuvo lugar, el furor de la persecución mientras él se encontraba en España, 1846-47. A su vuelta se dio cuenta de la crítica situación. Se agravó a lo largo de ese período. Pese al contexto liberador creado con la proclamación de la 2ª república francesa. En febrero 1848. Allanaron su domicilio, encarcelaron a algunos ermitaños, les prohibieron vestir el hábito. Y para colmo de males, el obispo suspendió a Palau de sus facultades ministeriales. ¡Llueve sobre mojado!.
Obligado por las circunstancias, empuñó la pluma en blindaje propio y de los suyos. Lo hizo con firmeza y valentía. Trató de no ofender a nadie. Forma de proceder en todos sus alegatos defensivos. ¡Admirable!.
Protesta al brigadier de Caylus. Le recuerda que si los iban a arrestar debía habérselo comunicado de forma oficial. De lo contrario amenaza con entablar un proceso legal, previa denuncia. Ni él ni el alcalde de Caylus tienen autoridad para prohibirles vestir como crean conveniente.
Adjunta otra carta dirigida al mencionado alcalde para reafirmarse en idénticos términos. Conservamos el escrito. Gracias al P. Alejo ocd.
Carta-denuncia al alcalde de Caylus. Palau le advierte, que viviendo en Cantayrac pertenecen al municipio de Loze. No al suyo. Mandarles quitarse el hábito es tener en cuenta la época del terror. Y por tanto, destruir las libertades republicanas de los ciudadanos. En las nuevas leyes se afirmaba: libertad para la forma de vestir que a cada uno le agrade. Salvo la ley. Todos somos iguales -sostiene contundente, Palau-. Y le amenaza con apelar a los tribunales. Es narración y denuncia. Está redactado hacia mediados de 1848.
Defensa propia ante el obispo de Montauban
Poco antes de abandonar, definitivamente, Francia redactó un largo memorial para esclarecer hechos y circunstancia -1º Abril, 1851-. Los cuales habían contribuido a crear un clima enrarecido para él. Parece lo escribió en francés. ¡Lógico!. Pero él mismo lo tradujo al castellano: El solitario de Cantayrac. Constaba de 54 páginas. Sólo conocemos algunos extractos conservados por Alejo para la biografía de Palau. Son las ocho últimas páginas del escrito. Expresa lo improcedente e injusto que es condenar a uno sin señalarle los motivos. Incluso sin oírle. Alude a la prohibición de practicar su ministerio sacerdotal. Y de celebrar la Eucaristía. Caso éste, fácil de esclarecer. Si precede decisión -admite-.
Declara que él nada tuvo que ver con la salida del convento de Teresa Christiá. Y no le ha sustraído nada. Al contrario, la ha ayudado.
Tampoco ha engañado a cinco doncellas de Cahors, para imponerles un tipo de vida, ordenado por él. Finalmente, ni él ni sus seguidores son ejemplo de rebelión escandalosa. Siempre han obedecido. Incluso cuando a él le han privado de sus funciones ministeriales. Si alguien ha sufrido la ofensa, difamación y calumnia han sido él y sus compañeros. Los cuales tienen derecho a una rehabilitación. O por lo menos a ser escuchados. ¡Valiente, él!.
La entereza, su virtud típica, brilla en momentos críticos como éste. No piensa presentarse para reconocer faltas inexistentes. Hay humillaciones que degradan al hombre. Es el caso presente.
Firmeza que no le impide concluir con una ejemplar sumisión. Al juicio infalible de la Iglesia y de sus legítimos representantes. Es más, reitera sumisión a las disposiciones del obispo. Aunque tan duramente ha procedido contra él. Como es difícil defenderse sin ofender a la parte contraria, Palau agrega: “Si en mis expresiones hay algún término mal pronunciado, yo me retracto desde este momento”.
Todo un arquetipo. A reproducir y prolongar por sus hijas. También por los creyentes.