La autoridad eclesiástica arropó al  P. Palau en el trance de la supresión violenta de la Escuela de la Virtud. Fue el consejo de guerra quien lo condenó. Como en muchas otras situaciones, en lugar de la justicia, prevaleció la fuerza. Pese a todo, Francisco se sujetó a las órdenes vertidas contra él. Aunque, nunca admitió la inculpación alegada por el general contra la Escuela. Como las autoridades civiles creyeron que la defensa palautiana era un desacato, lo confinaron a Ibiza. Prisión del Estado. Donde permaneció 6 años. ¡Qué desproporción!

Si nos fijamos en el estilo de vivir y de hacer, en la Isla -igual que en la península- Francisco Palau fue vanguardista. Ya lo había sido en el establecimiento y organización de la Escuela de la Virtud. También en otros ministerios. Cuidó las formas. Quería que fueran adecuadas a las circunstancias. Se adaptó al estilo sencillo e inculto del entorno. Usó expresiones elementales para reavivar la tradicional piedad del pueblo. Sin embargo, cuando se le levantó el destierro, el panorama religioso en Ibiza había cambiado. La transformación espiritual de aquella Iglesia se debió tanto a su ejemplo, como a su encendida palabra apostólica.  Uno de los procedimientos que le ayudó fue el culto mariano. ¿A que sí?

Con anterioridad, se había llevado a la Isla, la imagen de Nuestra Señora de las Virtudes. Quien había presidido las actividades de la Escuela de la Virtud. Pasado el tiempo, la ermita de Es Cubells se convirtió -gracias a su solicitud- en santuario mariano de la Isla. Y su tarea apostólica se hallaba contraseñada por esta impronta mariana.

Ocupó, María, un puesto destacado en la espiritualidad del Palautiana. La cual enriqueció su herencia carmelitana. Sí, la recibió con peculiares vivencias y notable originalidad. El P. Palau tuvo manifestaciones conmovedoras de tal devoción. Ahora, se hallaba coloreada con el tinte carmelitano y estampada por el sello personal, con que supo dignificarla. Difundió la práctica tradicional del mes de mayo, como Mes de María. -Espléndida adaptación- único libro -el del mes de María- dedicado total y exclusivamente a Ella. Fruto de su devoción a la madre de Dios y de su celo pastoral. Pues lo compuso durante los años de su destierro en Ibiza. Lo presentó como devocionario. Comparado con el estilo tradicional de la época, Francisco Palau utilizó esta nueva modalidad. Y resultó vanguardista, sí, sí.

Un jardín cerrado es -según él- la Iglesia. Donde abundan las flores, virtudes y dones del Espíritu. Los cuales debemos reproducir en nosotros. Subraya que en este jardín es necesaria no solo la presencia de Jesús sino también la de María. Ella, la mano femenina, por antonomasia, en la historia de la salvación.  Por tanto, ella, facilitará el florecimiento de las virtudes cristianas.

Características de la obra son las prácticas indicadas para cada día del mes. La prioridad de los temas seleccionados, también. Y, sobre todo, -como en el resto de su obra- el sistema figurativo adoptado. En tal opción, hubo de contar con ayuda -afirma el P. Eulogio-.

Destinatarios del mes de María fueron los ibicencos. Quienes no sobresalían por su cultura. 

La idea más personal del librito radica en la ilustración gráfica de las virtudes. Y la parte fundamental hay que identificarla con dos puntos clave: la doctrina sobre esas virtudes y su aplicación a María.

Contiene, el ejemplar, tantos temas y dibujos como días cuenta el mes. Figuraba, las virtudes de María, en una flor. Recurría a flores y hierbas aromáticas conocidas. Destacó, tanto el significado que encierran, como las vivencias que deben provocar.

Ofrecer a María las flores de esta bella estación, resultaba proceder importante.  Equivalía a comprometerse en la práctica de las mismas. A cada flor le emparejaba una virtud. Y se formaba el ramillete, al participar, asiduamente, en las celebraciones litúrgicas. Al final del texto deja constancia de algún ejercicio que debe repetirse con frecuencia. Cierra el compendio una explicación sobre la forma práctica de realizar la celebración. Las más relevantes son las aludidas ilustraciones gráficas. Para la gente sencilla devenían un recurso práctico y eficaz.

La dimensión fundamental del tratado hay que localizarla en la doctrina sobre las virtudes. ¡Expresión repetida hasta la abundancia! La aplicación de las mismas a María, también. Doctrina que se ve prolongación del catecismo de las virtudes. En cuanto a la aplicación a María, encontramos aquí, las páginas más ordenadas de la mariología palautiana. Si se colocan junto a las de Mis Relaciones tenemos una visión más completa de su piedad mariana.

En ocasiones, Palau pasaba a la prensa extractos del devocionario. Impreso, lo difundió para amplios círculos. Tuvo abundante tirada tipográfica. Lo publicó en 1862, gracias a la sintonía y autorización del Dr. Oliver, obispo de Ibiza. Buen amigo y promotor de sus planes.

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