Tanto el método, utilizado en la exposición, como el temario, desarrollado en El Catecismo de las Virtudes, responden a criterios bien definidos. Se adaptaban a a la formación de los destinatarios. Y a las necesidades del momento.

Cincuenta y dos eran las conferencias. Como los domingos del año. El índice final se reduce a tres secciones fundamentales: virtudes en general, virtudes cristianas en particular y las virtudes en sus sujetos.

Con el catecismo, Palau quería enseñar a vivir cristianamente. Para lo cual erigió la Escuela de la Virtud. Deseaba mostrar los misterios de nuestra religión y los deberes que ella impone: la práctica de las virtudes. ¿Objetivo de todo ello?, la felicidad personal y la del cuerpo eclesial. ¡Mirada honda, la suya!: humana y trascendente.

Sí, en la Escuela de la Virtud se formó al pueblo en lo transitorio y espiritual. En lo eterno, principalmente. A esta finalidad de enseñanza clara, ordenada y sistemática responde el catecismo. Enseñanza que solicita, hacerse vida. La exposición era clara, sencilla y metódica. La doctrina, segura.

Adopta, el Catecismo de las Virtudes, la estructura clásica de los catecismos: preguntas y respuestas. Palau tenía tendencia a la forma dialogada, cierto. Pero aquí, la realiza de manera sistemática, directa. Estamos ante una obra maestra en su género. Ejemplar modélico. Es el compendio mejor logrado de Palau.

Conocemos dos ediciones, 1851 y 1852. No contienen diferencias textuales.

Al comenzar la Escuela, la obra no estaba redactada en su integridad. Cuando Palau acumuló numerosos cuadernillos los reunió en un cuerpo.

Según el P. Alejo, lo redactó en el espacio de cuatro meses. Atendiendo a numerosas ocupaciones. Luego, lo imprimió en forma de libro. La tirada fue de envergadura. Ya que después de repartir a todos: alumnos y librerías, el P. Palau retenía en depósito 1.500 ejemplares.

Podemos concluir que es la obra que mejor consigue los propósitos de su autor.

Paralela a la enseñanza de la religión, Palau, proyectaba otra serie de conferencias, sobre los temas más importantes del momento. Se darían en la 2ª fase de las conferencias dominicales de la Escuela. Intervendrían los mejores maestros de la prensa católica. Él redactó un sumario de temas, adaptado, también, a los 52 domingos del año. Para ello pensaba elaborar otro manual de mayores vuelos. Se trataba de demostrar la perfecta armonía del dogma católico con la ciencia y el progreso. El cierre violento de la Escuela dio al traste con este macro-proyecto. Sumamente interesante.

Si la redacción de este cuerpo fue obra exclusiva de Palau tendríamos la prueba de que poseía una cultura más amplia de lo que creemos. Tal vez, fue tarea de un equipo de colaboradores -Vilarrasa, Gatell, Gras, etc-.

Dos cosas quedaban claras: Francisco fue el organizador de esta 2ª sección. Y el texto quedó en proyecto. Alejo, copió el elenco de temas que pudieron llegar a ser el cuerpo del nuevo catecismo. En ese momento, cañamazo del mismo. Tal elenco nos da idea de su amplitud y actualidad. Y lo realizó en aquel momento de abundante confusión ideológica y saña anticlerical. Por lo cual el proyecto resultaba apremiante. Incluso, audaz.

La Escuela de la Virtud Vindicada. Es el escrito palautiano que menos difusión alcanzó. La obra cumple doble objetivo: documentar la iniciativa de la Escuela de la Virtud y defenderla. La existencia de la Escuela estaba sumamente, justificada. La Iglesia debía gozar de libertad para presentar su mensaje evangélico. El título de la obra es elocuente.

Contiene el mayor rigor dialéctico, la más sofisticada redacción literaria y la más selecta documentación. La doctrina gira en torno a dos cuestiones: el concepto de pastoral como misión y las relaciones entre ella y la actividad política. Por parte de la Iglesia y de sus ministros, ¡evidente!.

El librito es una narración fiel y estricta de los hechos. Desde la institución misma. Desde la condición del autor, responsable de la obra, principalmente.

Demuestra la independencia de la Escuela de la dimensión política. A Palau solo le interesaba la misión de la iglesia. ¡Solo!.

Al relatar los sucesos, con fidelidad, quedarán al descubierto las calumnias contra la institución y sus dirigentes. Los adversarios la presentaron como un club político. Palau demuestra que es una institución limpia de toda sospecha, en este sentido. El núcleo de la obra consiste en combatir, con claridad, sencillez y vigor, los ataques de los que ha sido objeto.

Él siempre fue celoso de su buen nombre como persona y como sacerdote. Reivindicador, también, de sus derechos como ciudadano. ¡Pobre e insignificante, sí, pero honesto!. Incluso, como es habitual en él, trata de salvar las intenciones de sus perseguidores. ¡Alma grande! ¡Muy grande!. A imitarla toca.

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