Un tapiz de entrega, solidaridad y encuentros sagrados en la Jornada Mundial de la Juventud 2023

Al reflexionar sobre el viaje de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) 2023 en Lisboa, Portugal, me invade un profundo sentimiento de gratitud y asombro por las experiencias vividas. El camino hacia la JMJ no fue fácil, sino que estuvo pavimentado con inmensos sacrificios, fervientes oraciones y una montaña rusa de emociones. Mirando hacia atrás, puedo ver cómo cada giro formaba parte de una historia más amplia que me condujo a profundos encuentros y valiosas lecciones. Fue una peregrinación que trascendió el mero viaje físico, convirtiéndose en un viaje espiritual transformador: una comunión íntima con la Iglesia universal.

Fiat – Entrega y confianza

El recuerdo de aquel momento en que denegaron mi solicitud de visado está grabado en mi corazón. El dolor, la frustración, las preguntas de “¿Por qué?” resonaban en mi interior. Sin embargo, a través de la niebla de la decepción, sentí un susurro de la gracia que me llamaba a abrazar el espíritu del “Fiat”. Este fue mi momento personal de la Anunciación. Al igual que el inquebrantable “hágase” de María, tuve que renunciar a mis planes y confiar en que la providencia de Dios tenía reservado algo más grande. Y justo cuando la esperanza parecía desvanecerse, llegó la aprobación milagrosa: un testimonio de que los planes de Dios superan nuestra comprensión. La lección de “Fiat” se convirtió en una luz que me guiaba y me instaba a rendirme y confiar incluso cuando el camino parecía incierto.

Magníficat – Gratitud y grandeza

De pie entre la multitud de jóvenes de diversos orígenes, culturas e idiomas durante la JMJ, me sentí abrumado por el sentimiento de unidad. Nuestra fe compartida en Cristo trascendía todas las barreras. En medio de la exuberancia, recordé el Magníficat de María, su canto de alabanza y gratitud. Cada interacción con los compañeros peregrinos se convertía en un verso de esa canción, una melodía de fe compartida y de aprecio por la grandeza del amor de Dios. Mientras intercambiábamos historias, luchas y risas, me di cuenta de que este tapiz global de fe era un testimonio vivo de las palabras de María. A través de la lente del “Magníficat”, comprendí que cada momento de gratitud amplía la grandeza de Dios.

Stábat – Solidaridad y testimonios transformadores

Durante el Vía Crucis, fui testigo de un profundo ejemplo de “Stábat”. Mientras recorríamos las estaciones, los jóvenes compartieron sus testimonios transformadores. Sus historias de superación de la adversidad, el dolor y la duda resonaron profundamente. Su franqueza sobre sus cruces personales y su camino de fe reveló el poder de la solidaridad con los demás. A través de sus relatos, comprendí que al igual que María estuvo al lado de Cristo durante su crucifixión, nosotros también podemos estar al lado de los que sufren, ofreciéndoles esperanza y compasión.

Exposición del Santísimo Sacramento – Silencio y lágrimas de gracia

Uno de los momentos más impactantes fue la exposición del Santísimo Sacramento. Más de un millón y medio de almas se sumieron en el silencio durante la adoración. En ese silencio sagrado, sucedió algo profundo. Empezaron a brotar lágrimas de mis ojos, y no podía comprender por qué. Fue como si mi alma reconociera la presencia de Cristo en aquel momento. En el silencio de la adoración, sentí una conexión con el corazón de la espiritualidad palautiana: una profunda comunión con lo divino. Fue un momento de encuentro íntimo, donde las palabras no eran necesarias, y las lágrimas se convirtieron en un lenguaje de gracia.

Mensaje del Papa Francisco: No tengáis miedo. Ánimo:

El mensaje del Papa Francisco resonó sin cesar durante toda la JMJ: “No tengáis miedo. Ánimo”. Este mensaje se convirtió en mi estrella guía, una fuente de consuelo cuando me enfrentaba a desafíos. Me animó a recorrer el camino de la incertidumbre con fortaleza. Desde los contratiempos con el visado hasta los momentos cargados de gracia, este mensaje resonaba. Era un recordatorio constante de que el miedo no debe dirigir nuestras acciones y que la confianza es la clave para abrazar lo desconocido.

Invitación de Dios y contribución a la Asociación CMY

Al regresar a Filipinas, siento la invitación de Dios a vivir las lecciones aprendidas durante la JMJ. Él me llama a ser un faro del espíritu “Fiat”, entregando mis planes a Su voluntad y confiando en Su tiempo, sin importar los desafíos que surjan. A través de mi “Magníficat” personal, puedo inspirar a otros a reconocer y expresar gratitud por la grandeza del amor de Dios en sus vidas.

En el contexto de nuestra asociación CMY, he sido transformado por el poder del “Stábat”. Creo que la llamada de Dios es que yo sea un pilar de apoyo y solidaridad, igual que María estuvo al lado de los que sufrían. Puedo contribuir compartiendo mi viaje y animando a otros a estar junto a los marginados, dándoles esperanza y compasión a través de nuestra fe compartida.

Bendiciones inimaginables

Además, las bendiciones insondables que experimenté en la Basílica de Nuestra Señora del Rosario de Fátima permanecen grabadas en mi corazón. Fue allí donde mis intenciones recibieron una respuesta que va más allá de lo imaginable. La peregrinación a este lugar sagrado reavivó el fuego de la fe y solidificó mi conexión con lo divino.

Caminando por los pasillos sagrados de la Basílica, me invadió una profunda sensación de asombro. El ambiente estaba cargado de reverencia y devoción, como si el aire estuviera impregnado de las oraciones y esperanzas de innumerables peregrinos que habían recorrido esos mismos pasillos. Al entrar en el espacio sagrado, mi corazón se aceleró y un escalofrío me recorrió la espalda. Podía sentir el peso de la historia y la espiritualidad que residían entre aquellos muros.

En conclusión, el viaje de la JMJ 2023 ha encendido un fuego dentro de mí. Cada lágrima derramada, cada paso dado, cada oración susurrada: todo ha merecido la pena. Este viaje ha reconfigurado mi espíritu, y estoy ansioso por llevar adelante sus lecciones, por seguir entregándome, magnificando la grandeza de Dios, siendo solidario y abrazando el coraje en todos los aspectos de mi vida. Al volver a mi comunidad, llevo conmigo el poder transformador de “Fiat”, “Magníficat” y “Stábat”, dispuesto a contribuir al crecimiento de nuestra asociación CMY y de otros jóvenes compartiendo mi historia, fomentando la solidaridad y cultivando una profunda comunión con Dios, su cuerpo místico, que es la Iglesia universal.

Por último, mi más sincera gratitud a las Carmelitas Misioneras, que han sido fundamentales en mi crecimiento espiritual desde mi infancia. Su guía inquebrantable, su profunda sabiduría y su firme presencia han dado forma a mi camino y me han proporcionado una base de fe que me ha sostenido en cada momento. Su dedicación a servir y guiar con amor ha sido un faro de luz, y estoy profundamente agradecido por su rol en ayudarme a convertirme en quien soy hoy.

Miguel Panugan Jr.

Carmelo Misionero Joven, Filipinas

es_ESES
Compartir